Ayer fui a la misa de Jorge, un amigo de Hugo que lamentablemente no está con nosotros terrenalmente, pero que sin duda nos acompaña cada día desde el cielo con la misma sonrisa de paz y acogimiento que muestra en la fotografía que su mamá puso en el altar.
La misa fue preciosa, con un coro maravilloso y se respiraba un ambiente de paz, piedad y acogimiento profundo. Sus papás, familia y amigos más cercanos con mucha mucha mucha pena, pero con una resignación y una tranquilidad digna de imitar. Sin duda, personas que sirven plenamente de ejemplo para quienes han perdido a alguien muy querido, porque pocas veces he visto un dolor tan bien llevado, con tanta sabiduría y con tanta unión familiar. Mi amiga, la hermana de jorge, lamentablemente no pudo venir a la misa, porque está en España, pero estaba tan presente, se sentía tan ahí... eso demuestra que el amor traspasa todo tipo de fronteras.
Aunque no conocí personalmente a Jorge, Hugo me ha contado de la maravillosa persona que era y he podido confirmar eso en la pena de su gente. Dolor tan bien entendido que me ha llamado la atención de sobremanera.
Como madre, hermana y amiga puedo empatizar con la trsiteza de esta familia. Pero también quiero de todo corazón darles las gracias por su ejemplo de resiliencia; de que sí se puede salir adelante y de que el amor por esa persona que ya no está es tan tan tan inmenso, que se es capaz de postergar la propia pena y con el dolor del alma entregarlo a Dios, quien decidió llevarselo rápido, en plena juventud y tal vez, como nosotros creemos humanamente, de forma muy injusta.
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