martes, 7 de diciembre de 2010

Un día como peatón


Creo que desde que estaba en el colegio que no andaba en micro. Sé que es enfermo de pituco... pero la sencillez se lleva en el corazón... y de alguna u otra manera he tenido la gran suerte de siempre tener un autito que me acompañe en mis andanzas...

Bueno, mi maridito se va a la Antártica por casi un mes, y yo amablemente le dejé el auto - que es de él, pero obviamnete uso yo- para que se fuera y volviera de la oficina más rápido. Yo tenía que hacer algunos trámites en el centro de Valparsíso y me fui en micro.

Me subí a la micro en el paradero en la esquina de mi casa. Me tocó una micro llamada "La regalona", llena de figuritas, peluches, calacomonías, guirnaldas y mensajes. Acá en la quinta región las micros son a la antigua; se paga boleto y cada micrero administra su "maquina" como se le da la gana....

Al principio parecía huasita en europa... iba feliz, mirando a la gente, al micrero, mirando para afuera... leyendo los mil y un carteles de "Papito maneje con cuidad", "Dios es mi copiloto", "la radio puede funcionar a un volúmen moderado siemrpe y cuando ningún pasajero no se oponga", y uno bien bien gracioso, pegadito a la calcomanía de san expedito que decía con letras borrosas: "La falta de sexo produce seguera".

Me bajé en la puerta del lugar la que tenía que entrar. ¡que agradable no buscar estacionamiento! y en menos de lo que pensaba estaba lista con mis diligencias. Y lo pasé chancho, miré una exposición de fotos en la Plaza de la Victoria, me metí por todas las callecitas, a miles de tiendas de esas que venden justo las cosas que uno necesita y nunca encuentra, entré a la Iglesia de la Matriz, y me tomé un helado en un café que siempre miro desde mi auto. Así, de a poco recorrí Valparaíso igual que esas gringas que andan com la Lonely Planet y la mega cámara en los barrios más peligrosos del puerto.

Pero la felicidad obvio que tenía los minutos contados. A la vuelta no sabía que micro tomarme, y nadie fue lo suficientemente amable como para explicarme dónde y cuál me tomaba. Además, de a poquito me fui llenando de bolsas y parecía un equeco lost in translation. Finalmente encontré la "locomoción" que me servía, pero ya era la hora de almuerzo y venía repleta de gente. Tuve que venirme parada, con todas las bolsas colgando, y apenas afirmándome de los pilares... más encima una señora echó la foca a grito pelado porque la bolsa con pescado le venía chorreando encima. Pobre... pero yo aproveché y compré pescadito fresco para despedir a mi marido con un rico cebiche.

Y el micrero hizo justicia... o tal vez las curvas de la gegografía de los cerros, pero en una de esas, cuando la micro dobló impetuosamente a la izquierda, me caí literalmnete encima de la vieja, con bolsas, y todo. Menos mal que era gordita, porque me dolió menos el porrazo....

Ahí me bajé como 6 cuadras antes de mi casa y tuve que aguantarme las risas de los estudiantes que venían en la última fila, sobarme calladita y conformarme con que el cebiche había que dejarlo para otra oportunidad porque el pescado se calló y justo encima de la vieja...

3 comentarios:

  1. jajajajaj Sunti genial tu cuento!! Eres una gran narradora..sigue escribiendo, me encanta leerte.
    Pd: pobre vieja pasada a pescado!!

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  2. Sunti me alegras cada vez más cuando leo tus historias!!... me alegra saber que eres tan feliz, incluso con la señora llena de pescado! jajajaja (que no creo que ella sea muy feliz recordndote jaja)
    Linda. te mando mil cariños!

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  3. Sunti, entretenida historia, pero recuerda que tambien vivo en valpo y no dudes en conminucarteconmigo si andas nuevamente en micro y no sabes cual tomar pos jejeje
    espero esten de maravilla
    saludos

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